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La filosofía de José Martí, según la hermenéutica de M. Vitier (página 2)




Enviado por Rigoberto Pupo



Partes: 1, 2

La tradición funda. Es memoria para
dialogar y buscar lo mejor. Es viviente raíz para
insertarse a lo universal con status propios, de ahí su
valor
social… Y M. Vitier con fina sensibilidad lo revela en Martí.
Esto explica por qué Martí,
sin desechar a Varela, a Luz, a Mendive,
asume a Emerson y otros pensadores, sin dejar de ser
Martí. Fuertes raíces alimentan el frondoso follaje
y le abren cauces culturales.

Esta idea, ese concepto
generatriz, que con tanta profundidad descubre en Martí,
es sustancial al discurso y a
la lógica
investigativa del Maestro Vitier. Por eso resulta tan productivo
su estudio integral en torno a
Martí, capaz de desplegar con racionalidad
dialéctica su enfoque socio-cultural antropológico
y fijar con alto oficio y magna cogitación las dimensiones
política,
artística, ética,
sociológica y filosófica de Martí como zonas
de la cultura.
Cultura de resistencia y de
ascensión humana.

A partir de esta concepción, develando temas
esenciales, subalternos, ocasionales y otras mediaciones, el
filósofo penetra en la selva martiana. Seguro que "eso,
la naturaleza
humana, su modo de comprenderla, es lo que late en toda la
obra de Martí".[8]

Pero la naturaleza
humana inserta en el Universo. El
sentido cósmico nuclea su cosmovisión. Hay una
concepción unitaria del ser complejo, cualificado por la
analogía, el equilibrio y
la armonía universal. "Martí vivió -dice
Vitier- como una fuerza
espiritual -eso era en esencia- en contacto perpetuo con el
misterio del universo.
Recuérdese aquella línea de sus versos sencillos:
"y crece en mi cuerpo el mundo"

De ahí que sintiera como suyo ese modo de
panteísmo que vibra en Emerson, desligado de todo credo formal.
Así dice Martí: "Para él no hay cirios como
los astros, ni altares como los montes, ni predicadores como las
noches palpitantes y profundas."

Quién lea los Versos Sencillos hallará no
pocas estrofas transidas de eso que pudiéramos denominar
sensibilidad cósmica. Se siente allí un
espíritu atraído por la Naturaleza, ganoso de
descansar de los hombres…

"Yo sé de Egipto y
Nigricia,

de Persia y de Jenofonte,

y prefiero la caricia

del aire fresco del
monte."

"Yo sé las historias viejas

del hombre y de
sus rencillas,

y prefiero las abejas

volando en las
campanillas."[9]

Al sentido cósmico, presente en el pensamiento
filosófico de Martí, M. Vitier agrega, el
finalismo, que según él, "(…) late acá y
allá en sus artículos. Recuérdese esta
aserción suya: "corren leyes
magníficas por las entrañas de la Historia". Esos credos, que
caen en lo metafísico, le robustecían la fe en
cosas más inmediatas y palpables. He ahí
cómo lo cotidiano se nutre de lo eterno. Esa es la unidad
profunda que vio. Vidente, pues, en ese sentido.

A veces declara explícitamente su visión
de la existencia. Es insustituible su texto a ese
respecto: "Que el Universo haya sido formado por procedimientos
lentos, metódicos y análogos, ni anuncia el fin de
la Naturaleza ni contradice la existencia de los hechos
espirituales".

Insiste en eso -en la sustantividad de lo espiritual-.
El le halla esfera propia. También gravitan sus
concepciones en torno a la unidad de todo. Por eso dice: "El
Universo, con ser múltiple, es
uno".[10]

En la Cosmovisión martiana, la espiritualidad del
hombre es esencial, su subjetividad, como agente
histórico-cultural. Lo que no significa que lo
hiperbolice. Para él, lo material y lo espiritual
constituyen una unidad inseparable. Recuérdese la
polémica en el Liceo Hidalgo, de México.
Incluso aboga por una filosofía de la relación que no
separe lo ideal y lo material, que no discurra hacia los
extremos. Simplemente que lo aborde en su
relación.

Hay en Martí, en su pensamiento, acuciantes notas
espiritualistas. Cree en la preexistencia y postexistencia del
alma, en la
superioridad del espíritu, sin embargo no se desliga de la
realidad inmediata. Sus convicciones ideopolíticas
(culturales) terrenalizan su tendencia especulativa, sin matar su
raíz utópica y su miraje hacia lo absoluto y lo
grande, pues en su criterio: "menguada cosa es lo relativo que no
despierta al pensamiento de lo absoluto. Todo ha de hacerse
-declara Martí, de manera que lleve la mente a lo general
y a lo grande. La filosofía no es más que el
secreto de la relación de las varias formas de
existencia".[11]

En gnoseología somete a crítica
el apriorismo y el subjetivismo. Considera la realidad como
fuente del conocimiento.
"En el hombre,
-cree Martí- hay fuerza pensante, pero esta fuerza no se
despierta ni desarrolla, sin cosas pensantes."[12]
Además "hay armonía entre las verdades, porque hay
armonía entre las cosas".[13]

Su gnoseología, siguiendo la tradición
cubana, se expresa como sensorracionalismo, donde lo sensorial y
lo racional son dos momentos de una unidad y un proceso
único.

Al mismo tiempo, su
siempre razón utópica -rasgo propio de los grandes-
no lo llevan a separar la teoría
de la práctica.

El "espiritualismo martiano", la sustantivación
de la subjetividad humana, tampoco restan valor a su
filosofía social. En su concepción, el hombre, como
sujeto socio-cultural, reproduce de forma compendiada la
totalidad del Universo. En la naturaleza -concepto amplio en
Martí- integra todo, lo espiritual y lo material; pero el
hombre, es por sobre todas las cosas, un ser activo, hacedor de
historia y cultura y condicionado sociohistóricamente,
pues "nada es un hombre en sí, y lo que es, lo pone en
él su pueblo".[14]

En su concepción del mundo, la vida y la muerte
ocupan un importante lugar. Ve la vida como realización
humana y con optimismo, sin olvidar lo que tiene el hombre de
paloma y de fiera. La muerte, en
correspondencia con su visión del hombre y sus credos, la
concibe como tránsito, como momento de la propia
existencia, pero valiosa y útil cuando se ha cumplido con
el deber dignamente y en pos de valores
ennoblecedores y humanos.

Su soñado libro: "El
concepto de la vida"[15] habría
sistematizado más aún su filosofía
ético-humanista, pero en su obra completa está
perfilada una coherente concepción del hombre, la
actividad humana y la cultura.

Hay, sin duda alguna, una filosofía, encauzada
como programa
pedagógico, suscitador de acción
comunicativa, en pos de la formación humana, a
través, fundamentalmente, de los
valores.

"En síntesis
-cree Vitier- su pensamiento filosófico es el de un
creyente en la sustantividad del espíritu. Tuvo esa
seguridad y en
él fue fecundada, porque lo llevó a amar, a creer
en la Historia, a darse por los demás, a refutar el
descreimiento, a presentir la vuelta del Cristo, "el de los
brazos abiertos, el de los pies desnudos, y todo, sin que nadie,
ni hindúes, ni católicos, ni teósofos puedan
reclamar como adepto al grande hombre"[16] El
hombre -síntesis de la cultura cubana-, que echó
suerte con los pobres de la tierra e
iluminó con su pensamiento y su praxis el
futuro de la nación
cubana.

Si bien en el pensamiento de Martí, encontramos
especies filosóficas, en varias dimensiones, sean
ontológicas, epistemológicas, etc. lo cierto es que
predominan las de carácter axiológico. Se trata de un
fundador, empeñado en la búsqueda de la ley de la
ascensión humana, de la riqueza espiritual del hombre. y
encuentra en la axiología, en los valores, la base del
cultivo humano. "En el caso de valores (Axiología),
-escribe M. Vitier- no intenta clasificación alguna ni se
propone examinar la naturaleza del "valor", en sus varias
apariciones. Lo que indico es la existencia,
frecuentísima, de valores en el curso de sus escritos. Se
le vivifican, los afirma, los acentúa. No pasa de eso,
pero quien tenga sensibilidad filosófica se percata de
ello, y sobre todo, asiste a un fenómeno de interés:
la presencia de los valores, no en plano de explicación,
no en instancia de conceptos, sino como
vivencias."[17]

Es que en el discurso de Martí y su verbo de alto
linaje, los valores pierden su numen metafísico, para
convertirse en valencias sociales.

En la obra filosófica martiana no existe una
axiología sistematizada. Más que teorizar sobre los
valores el Apóstol se preocupa por encontrarlos y
cultivarlos en la conducta del
hombre, como medio de ascensión humana.

Sin embargo, es posible revelar en su ideario humanista
un conjunto unitario de valores, coherentemente estructurado en
torno a la persona humana,
su razón de ser y los modos de conducirla a su humanidad
creciente.

Los valores en Martí son modos esenciales del
devenir del hombre en su naturaleza social, integrados en la
cultura, a manera de formas de existencia del ser humano y sus
necesidades materiales y
espirituales.

Así, los valores, en su fundamento sociocultural
y encarnados en la cultura tematizan el contenido esencial del
ideal martiano de racionalidad humana. Se trata de una
axiología de la acción que va a la raíz del
hombre porque sabe de su grandeza interior. De una eticidad
concreta que busca el hombre futuro en el hombre actual con
pasión y fe y con sorprendente consagración
heroica, animada por una misión
redentora fundada en el pueblo y un oficio que identifica la
belleza con la humanidad del hombre y la bondad con la
dación desinteresada.

El programa humanista martiano, fundado en la
axiología de la acción, se concreta en un paradigma de
racionalidad humana, cualificado como autoconciencia de la
cultura. Tanto en la revelación del ser existencial de
nuestra América, como en su determinación
especial en las condiciones de su patria, José
Martí funda un paradigma de emancipación humana y
redención social, cuyo despliegue está mediado por
un sustrato socio-cultural humanista que imprime racionalidad y
verdad a su proyecto
político. Es que en el
paradigma[18]martiano, los valores éticos y
políticos se integran en un nivel tal de concreción
que prácticamente se identifican. Por eso, más que
encarnación individual, son conciencia de su
necesidad y eficacia. Esto
impregna optimismo, fuerza y vitalidad a la empresa
emancipadora. Y Martí, ya en los albores de la contienda,
como expresión del pueblo lo siente, lo sabe.
"Jamás fue tanta nuestra virtud -escribe el Maestro- tan
compacta nuestra acción, tan cercano nuestro esfuerzo, tan
probable nuestro éxito.
Cuántos obstáculos hubiéramos podido
encontrar, hasta los obstáculos insuperables que a la
mayor virtud pone siempre la ambición o vanidad de la
naturaleza humana, nada han podido, ni han aparecido siquiera,
ante esta alma de redención que hoy nos consume y nos
inspira. Somos un ejército de luz, y nada
prevalecerá contra nosotros. Nos queda por hacer lo que
sabemos que queda por hacer…[19]

Existe ya un sistema de
valores, conformado en la cultura, hecho conciencia, como
valencia social, expresado en término ideopolítico,
que si bien no agota el paradigma emancipador -existen otros
componentes de la subjetividad humana- que matiza una idea,
configura un ideal que impulsa, orienta y regula el hacer
práctico-espiritual, que "con la mano en la conciencia -en
el bello decir de Martí- pone ya la idea a las puertas de
la realidad.[20] En tales condiciones "el
espíritu ha cundido y los cubanos tienen fe… Nadie se lo
pide; les nace así de corazón
Clubs nuevos y pueblos, tiene el
partido".[21]

Es indudable la importancia de un paradigma, en tanto
modelo que
oriente racionalmente el pensamiento y acción del quehacer
social, político y cultural en su connotación
más integradora posible. El paradigma martiano, marcado
por su visión del mundo y del hombre, por la experiencia
americana y sobre todo por su sabiduría política,
como grande hombre fundador, traza caminos, crea confianza,
cultiva razón y sentimiento y prepara conciencia para
realizar el ideal de la nación.
En fin, funda una cultura con alma política y un
carácter nacional henchido de patriotismo y amor
desinteresado, capaz de estructurar un programa de
liberación nacional, sobre bases nuevas.

El ideal de racionalidad
martiana[22]compendia en síntesis
conocimiento, valor, acción práctica y comunicación intersubjetiva, es decir, las
variadas formas en que el hombre asimila y reproduce
creadoramente la realidad material y espiritual; pero al mismo
tiempo, su pensamiento y su obra en toda su integridad encarna un
cuerpo cultural de entraña política para realizar
una República próspera de naturaleza
ético-moral. Esto se
fundamenta en el hecho de que al Maestro le interesa sobre todo
la ascensión humana, el progreso socio-cultural del
hombre, como medio fundamental de realizar sus fines. No se trata
en modo alguno de una racionalidad instrumental de corte
pragmático y utilitarista, sino de racionalidad humana,
que sin menospreciar el
conocimiento, la ciencia, la
técnica, como medidas de desarrollo
cultural humano, sabe que a la raíz del hombre, ante todo
se llega revelando esas fibras, ocultas a veces, de su
subjetividad. Por eso hay que buscar y encontrar sin
vacilación el sentido humano, sobre todo, como vía
de acceso primario a la esencia social del hombre. Sin ello -y la
práctica corrobora la verdad del Maestro- resulta
estéril, ineficaz e ilusorio todo proyecto. Es que la
ciencia, la
política, el derecho, el arte, etc. sin
motivaciones humanas, no realizan el ser esencial del hombre, no
se encarnan en el cuerpo de la cultura como medida de progreso y
desarrollo. Por eso Martí, no sólo hizo arte mayor,
sino política científica, de profunda hondura, de
alto vuelo social humano. En primer lugar, porque
comprendió el arte de dirigir, como un encargo social por
el bien de todos y no para acumular riquezas y obtener
privilegios, en segundo lugar, porque tomó partido por la
mayoría desheredada. Su gran obra política: la
creación del Partido Revolucionario Cubano, para hacer la
guerra
necesaria por la
República, y todo su pensamiento político en
torno a Cuba y nuestra
América, fue eficaz y trascendió porque se
concibió y estructuró como empresa cultural
de las grandes masas. Y esto de por sí comporta un
concepto, una idea en Martí: no existe política
eficaz, al margen de valores e ideales enraizados en la
condición humana. Con esto continúa la
tradición del pensamiento americano más genuino y
revolucionario. Lo supera, en la medida que echa suerte con los
pobres y abre nuevas perspectivas de enfoque y de discernimiento
de la realidad política. Su humanismo
revolucionario antiimperialista, expresión de un proceso
de continuidad y ruptura sintetiza y concreta su escala de
valores. Expresa el momento de máxima plenitud y madurez
de su pensamiento político revolucionario, en
correspondencia con los nuevos tiempos.

Sin embargo, su obra renovadora, revolucionaria, y
creadora no se reduce a la esfera de la relación
axiológica: ética-política, en los marcos de
su concepción integradora de la cultura; pues si
ciertamente Martí produce un viraje revolucionario en los
conceptos e ideas políticas
de su tiempo cubano y americano, incluyendo la tabla de valores
conque juzga y piensa la realidad, también en la esfera de
la estética, en relación estrecha con
la ética, muestra
originalidad y creación. Se trata no sólo de un
hombre de pensamiento y acción que conjuga en unidad
indisoluble misión y oficio, sino además de un
artista y de un creador. Esto naturalmente matiza su
axiología con nuevos colores y
esencias, incluyendo su concepción de la subjetividad
humana y por supuesto la especificidad de la filosofía que
nuclea su cosmovisión. Política, ética y
estética y sus sistemas de
conocimiento y valor que les son consustanciales, tematizados en
Martí en una concepción integradora de la cultura,
dan expresión unitaria a su discurso y lo dotan de modos
apropiados y métodos
idóneos para aprehender el objeto en su dinámica y concreción.

Si ciertamente, la grandeza martiana como dirigente
revolucionario, deviene en gran medida del modo en que los
valores ético-morales permean y penetran lo
político, hasta concebirlo como empresa cultural humana de
las grandes masas[23]lo ético y lo
estético, encarnando esta racionalidad conceptual propia
del paradigma del Maestro, imprimen una determinada especificidad
a su axiología. La vinculación estrecha de los
valores ético y estético en la axiología
martiana, en los marcos de una concepción unitaria de la
cultura, en tanto resultado de la actividad humana y medida del
desarrollo del hombre y la sociedad, abre
perspectivas nuevas para acceder a la realidad humana y conformar
un ideal de racionalidad, como proyecto emancipador que integra y
sustancia como sistema orgánico la verdad, el bien y la
belleza y junto con ello, el amor, la
libertad, la
justicia, el
honor, la felicidad, la virtud y la dignidad plena
del hombre, como valencias cualificadoras de la sociedad que
preludia y se esfuerza por realizar.

En el ideal de racionalidad martiana, los valores
ético y estético y político poseen un status
especial. Esto dimana, además de su misión y
oficio, de la singular concepción que posee de la cultura,
como resultado y despliegue de la actividad de las grandes masas.
Las determinaciones culturales -y los valores también lo
son- no constituyen un acto individual de aprehensión para
Martí, sino un proceso social que sin soslayar la
experiencia individual propia de cada sujeto, da primacía
al movimiento
social, en tanto realiza y legitima la acción de las
grandes masas. En esta dirección -en mi criterio- es posible
comprender la cosmovisión martiana de la subjetividad
humana, la axiología y la
cultura.[24]

La inserción de los valores en la cultura -hecho
que en mi criterio ya casi nadie niega-[25] y la
concepción de esta última como resultado social,
del pueblo, funda en Martí una idea nueva que determina
una connotación especial al elan humanista que le es
intrínseco en su pensamiento. Y esto se pone de manifiesto
no sólo en la relación
ética-política, sino además en la
relación ética-estética y sus
mediaciones.

En primer lugar existe en Martí una
concepción de los valores, penetrada de un sentido de lo
real e histórico como proceso que evita que los piense y
aborde como arquetipos o a priori, sino como hacer humano. Por
eso el bien no es tal, porque es algo presupuesto como
verdadero, sino porque es bueno en la praxis social. La belleza
no es tal en tanto establecida externamente, sino en tanto
acción bella dimanante del comportamiento
humano. Al igual que la verdad no es tal, como esencia
válida en sí misma, sino como expresión de
la realidad para el hombre. Esto no es practicismo, ni
negación de lo universalmente dado, sino sentido
práctico-valorativo, que busca, encuentra y proyecta los
valores en el hombre, haciendo historia, en su acción y en
la cultura, en que toma cuerpo.

Este concepto, de buscar los valores en la realidad, y
en su despliegue, como devenir cultural en y por el hombre, como
sujeto social, explica el sustrato ético-moral de la
estética y política martianas. En esto se basa su
tesis o
enjuiciamiento de Espronceda, que en el decir de Martí
pudo ser mártir, y no devino siquiera hombre. Subrayo
hombre, para destacar cómo en la axiología del
Maestro, la eticidad concreta, en las acciones del
hombre, constituye su medida, es decir, un parámetro
cualificador que define su status en tanto tal, y esto por
supuesto penetra toda su dimensión cultural-humana,
incluyendo expresiones concretas y valores. Y esta idea
está tan arraigada en él, que fluye también
en su labor magisterial, como maestro y educador. Tanto en su
correspondencia pública, como de naturaleza íntima,
Martí enseña, y los motivos de carácter
artístico siempre aparecen vinculados a la conducta
cívica del hombre. Como su motivo central es el hombre, en
toda su integridad, al abordar la esencia y las formas de
creación humana con arreglo a las leyes de la belleza, en
su discurso subyace también un mensaje de carácter
moral. El sabe que la belleza en sí, aislada del verdadero
ser existencial del hombre, resulta superflua, estéril. En
Martí, la "belleza" externa, desvinculada de una cultura
de los sentimientos fundada en el amor y la bondad, no constituye
un valor definidor de la naturaleza humana. Una personalidad,
aunque "bella externamente" si no es portadora de sentimientos
nobles, de solidaridad
humana, desinterés, justicia, dignidad personal, no se
realiza como hombre y su conducta resulta rechazada por la propia
sociedad en que vive.

En la Edad de Oro, obra
martiana dedicada a formar hombres creadores, con ciencia y con
conciencia, la intención del Maestro se hace patente. "El
niño -escribe Martí- ha de trabajar, de andar, de
estudiar, de ser fuerte, de ser hermoso: el niño puede
hacerse hermoso aunque sea feo; un niño bueno, inteligente
y aseado es siempre hermoso. Pero nunca es un niño
más bello que cuando trae en sus manecillas de hombre
fuerte una flor para su amiga o cuando lleva del brazo a su
hermana para que nadie se la ofenda[26]

En el lenguaje,
simple, sencillo, para niño, el mensaje
ético-humanista no falta, ¿cómo formar al
hombre como sujeto, con ciencia, creatividad y
con conciencia, si no se cultiva lo esencialmente humano: el
sentido del deber, la bondad, el amor al trabajo, en
fin la sensibilidad humana, capaz de transformar lo feo en bello?
Más que un simple mensaje es una clave cultural
paradigmática, que con visión preclara y de
meridiana lucidez, deviene obra fundadora. "Las cosas buenas
-dice Martí a los niños
en el último número de la Edad de Oro- se deben
hacer sin llamar al universo para que lo vea a uno pasar. Se es
bueno porque sí; y porque allá adentro se siente
como un gusto -continúa Martí, identificando lo
moral con lo estético- cuando se ha hecho un bien, o se ha
dicho algo útil a los demás. Eso es mejor que ser
príncipe; ser útil. Los niños debían
echarse a llorar, cuando ha pasado el día sin que aprendan
algo nuevo, sin que sirvan de
algo."[27]

Con esto, Martí no sólo evoca y predica la
necesidad de sembrar y cultivar humanidad en el hombre para que
nazca, eche raíces y se multiplique, sino además
funda una cultura de los valores, imprescindibles para la
convivencia social y para el propio despliegue de las
energías creadoras que el hombre lleva en sí y
desarrolla en función de
la sociedad. Así, refiriendo a Buda, enseña a los
niños, que no "se ha de reposar hasta que el alma sea como
una luz de aurora, que llene de claridad y hermosura al mundo, y
llore y padezca por todo lo triste que hay en él, y se vea
como médico y padre de todos los que tienen razón
de dolor: es como vivir en un azul que no se acaba, con un gusto
tan puro que debe ser lo que se llama gloria y con los brazos
siempre abiertos".[28]

Es que en Martí se capta el bien y la esfera
humana en general como medio y fin que supone e impulsa la
voluntad, y toda la subjetividad humana en el devenir social. Los
valores
morales devienen motivos catalizadores de creación,
originalidad y proyección. Es como si los valores
éticos y también estéticos se fundieran en
un todo único, interconexionado, al igual que los
restantes valores como componentes de la cultura.

La plasmación de la axiología como
conducta, inserta en la cultura en todos sus componentes
estructurales (valores) y sus expresiones jerárquicas, no
es una tarea fácil. Martí está consciente de
ello, y por eso da razones de la necesidad de que los valores
morales se conciban como medios y fin
intrínsecos al devenir humano, como móviles de
perfección del hombre. Con esto, el bien, el deber, no
aparecen sólo como mandatos de la razón, como a
priori, sino que su realización y proyección deben
asumirse con satisfacción, con gusto, deseo,
pasión, amor y con espíritu de consagración.
Por eso no puede ser un fin ni un medio extrínsecos a la
naturaleza humana. Deben mover y despertar sensibilidad, que es
al mismo tiempo encontrar belleza, placer por la acción o
el deber cumplido. De lo contrario no devienen cultura diaria, ni
norma de actuación, ni se encarnan en convicción.
No se integran a la cultural.

He ahí la necesidad de comprender el por
qué Martí dimensiona el devenir humano como hecho
cultural, como empresa eminentemente moral, porque incluso, las
expresiones políticas, jurídicas, etc. si se fundan
en la cultura y son expresión auténtica del pueblo,
resultan bellas, despiertan sensibilidad y gusto estético.
Realmente, ante las alternativas, debo hacer esto o me gusta
hacer esto, ¿cuál de ellas se asume? Martí
trata de develar en la realidad, sobre todas las cosas,
humanidad, que es al mismo tiempo encontrar bondad y belleza en
los actos humanos. Es asumir lo bueno, lo justo, lo heroico, etc.
como manifestaciones bellas a plenitud, en tanto realizan la
naturaleza social humana.

En este sentido, la acción esencialmente humana
es heurística[29]y adquiere una
dimensión estética, porque "sólo lo que del
alma brota en guerra, en elocuencia, en poesía
llega al alma"[30] "(…) Nobles, -refiere a J. J.
Palma- son pues sus musas; patria, verdad, amores… En un
jardín, tus versos serían violetas. En un bosque,
madreselvas. No son renglones que se suceden; son ondas de
flores".[31] Ondas de flores que nacen de su amor
patriótico, como destellos que penetran la razón y
los sentimientos y "hacen caminos al andar". Crean, fundan,
porque nacen del hombre y el entorno social y porque son
apropiación humana. Convidan, se asumen, encuentran
recepción porque despiertan sentimientos, conceptos e
ideas humanas. Con ello se convierten en resortes para la
acción y nuevos modos creadores y originales de
aprehensión.

Esta concepción martiana, al integrar los valores
en la cultura, como producción del hombre, en función de
la sociedad, sienta premisas teórico-metodológicas
para establecer jerarquías y niveles en cuanto a
determinaciones del quehacer humano se refiere. La unidad
indisoluble entre lo ético y lo estético y el lugar
que ocupa en los marcos de su axiología, responde en gran
medida al hecho de que Martí es un hombre de pensamiento y
acción, que une en su diario hacer misión y oficio.
Esto determina en él un concepto. "La vida -escribe
Martí a Joaquín Macal- debe ser diaria, movible,
útil; y el primer deber de un hombre de estos días,
es ser un hombre de su tiempo. No aplicar teorías
ajenas, sino descubrir las propias. No estorbar a un país
con abstracciones, sino inquirir la manera de hacer
prácticas las útiles. Si de algo serví antes
de ahora, -enfatiza el Maestro- ya no me acuerdo: lo que yo
quiero es servir más. Mi oficio… es contar todo lo
bello, encender el entusiasmo por todo lo noble, admirar y hacer
todo lo grande… Vengo a ahogar mi dolor por estar luchando en
los campos de mi patria, en los consuelos de un trabajo honrado,
y en las preparaciones para un combate
vigoroso."[32]

En este sentido, la belleza con que Martí capta
la realidad y la obra humana, no dimana sólo de la prosa y
el verso de un artista, de un poeta, ni del magno discurso de un
escritor de talento mayor, ni del hombre hecho estilo, que tanto
exalta Unamuno, Sarmiento y Darío. Además de su
oficio -que ya es mucho para consagrarlo- existe una
misión redentora, un compromiso con la realidad de su
tiempo, con su bella isla y la América nuestra.
Sólo un oficio, por muy grande y trascendente que sea, no
es capaz de irradiar luz, "encender el entusiasmo por todo lo
noble" y revelar la grandeza humana en toda su magnitud. La
misión lo completa, lo dirige a la realidad concreta,
busca cauce de realización. Enseña que al deber-ser
no se accede a través del discurso, encerrado en sí
mismo, sino se requiere de la acción práctica
transformadora, capaz de subvertir la realidad presente y
proyectar y realizar lo que falta y exigen la necesidad y los
intereses de los hombres en el movimiento social. Si se desconoce
esto -en mi criterio- resulta imposible comprender la obra
martiana, incluyendo su filosofía y su axiología.
El paradigma martiano y el ideal de racionalidad en que se
despliega, está mediado por convicciones
ideopolíticas revolucionarias tan profundas que no le
permiten soslayar las situaciones dramáticas en que se
consume y dirime el hombre y la sociedad, para dedicarse al puro
oficio de crear. Es que precisamente su magna obra creadora "que
pertenece a los "alumbrados",[33] en el decir de
Gabriela Mistral; es un resultado de haber conjugado en
inseparable unidad, misión y oficio"(…) Martí,
criatura literaria completa, -enfatizó Gabriela Mistral-
amaba sus clásicos y amaba la poesía del pueblo,
porque el humanismo no lo disgustó de lo popular, ni lo
elemental lo invalidó para lo clásico… Pero el
trance del momento era duro, y Martí nos entregaba su
poesía verbal cortada aquí y allá del
sollozo patriótico o del puñetazo de fuego al
tirano".[34]

Martí desintrancendentaliza, hace concretos los
valores en el instante mismo en que los trae al quehacer
humano-social, y le trasmite sentido práctico,
razón, inspiración y sensibilidad" (…) y puso
poesía castellana -refiere a Antonio Sellén- cuanto
hay de enérgico y hermoso en los poetas nuevos.
Ennobleció el destierro con un trabajo constante, templado
por un carácter que no empañó nunca la
malicia, y embellecía la pasión por la hermosura
ideal, que lo tuvo siempre en un estado de
íntimo deleite; más grato que los goces volubles
del mundo. Era hombre de notable cultura y de juicio sagaz; pero
el corazón se le inflamaba, aún en los
últimos años, cuando veía volar un
pájaro libre sobre su cabeza, o deshacerse una nube por el
cielo azul… Fue tierno y sentido, y notable por la pureza de
sus deseos, el fervor de su caridad humana, y sus
simpatías con todo lo ingenuo y poético del
mundo.[35]

Los valores que enseña, cultiva y transmite
Martí, tanto en su verso como en su prosa, no son entes
abstractos, sino consustancial al despliegue humano, en fin,
integrados a una cultura de la razón y de los
sentimientos.[36] Por eso en su discurso no invoca
y busca valores
humanos, sino que los descubre. Pero en un "encontrar", que
es más que todo un ininterrumpido tránsito del ser
al deber-ser, como proyección humana, como remisión
a la imaginación y a la creatividad cultural del
hombre.

En esta dirección, a Martí no le interesa
tanto qué es el hombre y cuáles son los valores,
sino más que todo cómo deviene el hombre y su
naturaleza humana constituida en un sistema de valores
dinámicos, fluidos, en tanto expresión social.
Sólo a partir de esta concepción de los valores
adquieren trascendencia y vigencia. Trascienden porque son
valencias sociales y formas aprehensivas de conductas sociales
hechas cultura.

Esto no significa la existencia en Martí de una
actitud
nihilista hacia los valores universales, ni una concepción
practicista, pragmático-utilitarista de los mismos. Todo
lo contrario.[37]

En su obra constantemente aparece la referencia a los
valores universales, a sus conceptos e ideas. Significa
simplemente que su concepción de los valores -por razones
ya explicadas y reiteradas- se funda en una intelección
propia, que se integra a la cultura del pueblo.

La inserción martiana de los valores como
atributos cualificadores de la subjetividad humana, integrada a
la cultura y como creatividad cultural social del hombre no
sólo explica los fundamentos de su trascendencia en la
axiología del Maestro. Da cuenta además de la
especificidad propia del filosofar martiano en término de
discurso vital, enérgico, siempre en función del
hombre y la sociedad. Explica también su genio
visionario para discernir la realidad presente y proyectar lo por
venir. Pone de manifiesto, su gran poder
revelador de esencia para ver más lejos y dimensionar
realidades que ante sus contemporáneos pasan inadvertidas.
Esto, por supuesto, no tiene lugar sólo en su ideario
político -que ya de por sí le consagró y
devino jefe máximo de la guerra del 95- sino en
múltiples aristas del quehacer humano. Su capacidad de
discernimiento humano para penetrar en determinadas
personalidades históricas y descubrir obras
paradigmáticas y fundadoras, también imprime
vigencia y trascendencia a los valores, y junto con ello
actualiza la memoria
histórica que es forjar y vitalizar la identidad
nacional y humana. El análisis de Luz y Caballero no es el
único caso, pero es demostrativo. Con una frase
lacónica, pero llena de sentimiento y razón lo
define: "sembró hombres"(…) demandó con la
fruición del sacrificio todo amor a sí y a las
pompas vanas de la vida, nada quiso ser para serlo todo, pues fue
Maestro y convirtió en una sola generación un
pueblo educado para la esclavitud en un
pueblo de héroes, trabajadores y hombres libres… Supo
cuanto se sabía en su época; pero no para
enseñar que lo sabía, sino para
transmitirlo.[38] Y de Mendive, con sólo
una oración interrogativa da vigencia y trascendencia a
una triada de valores que Martí expone en un todo
único revelador del bien, la belleza y la verdad:
"¿Y cómo quiere que en algunas líneas diga
todo lo bueno y nuevo -interroga Martí- qué pudiera
yo decir de aquél enamorado de la belleza que la
quería en las letras, como en las cosas de la vida, y no
escribió jamás sino verdades de su corazón y
sobre penas de la patria?"[39]

Obra fundadora y cultural en todo su sentido y
definición, también revela en Heredia, un modelo en
cuanto a definición axiológica se refiere. Un alma,
una virtud, devenida cultura de cubanía descubre en el
cantor del Niágara. "¿Cómo no habían
de amar las mujeres -pregunta Martí- con ternura a aquel
que era cuanto el alma superior de la mujer
aprisiona y seduce: delicado, intrépido, caballeroso,
vehemente, fiel, y sobre todo eso, más que por la belleza,
bello?"[40] Para quien no conozca la esencia del
humanismo martiano, la interrogante caracterizadora de Heredia
pasa inadvertida, no revela su espíritu creador ni la
dimensión cultural en que se sustenta también su
concepción de los valores morales, incluyendo el sentido
estético que lo anima. La determinación moral no
deviene cauce prefiguradamente rígido, al igual que su
connotación estética. Se advierte como cualidades
morales, en síntesis, devienen expresiones
estéticas -define lo bello como compendio de rasgos
humanos, como delicado, intrépido, caballeroso, etc.- y
aunque paradójico, de la belleza, no deduce lo bello, sino
de cualidades ético-morales. Es que Martí -y esto
define en gran medida su discurso- piensa la realidad a partir
del hombre, la actividad humana y su determinación en la
cultura. Por eso no tiene que esforzarse para encontrar lo
bello,[41] en la realidad; lo aprehende, revela y
fluye porque es al mismo tiempo descubrir humanidad, contenido,
sentido y potencialidades humanas de realización. En ello,
existencia y conciencia integran un proceso del devenir humano en
la aprehensión práctico-espiritual de la
realidad.

Martí revela belleza en la realidad que asume
porque es sensible y posee humanidad, porque devela esencias,
interioridades del hombre y la sociedad trasuntadas en la
cultura. En este concepto resulta posible comprender por
qué se preocupa tanto por exaltar y dar vigencia a los
valores humanos encarnados en obras y hombres
paradigmáticos, así como el sentido de sus tesis de
que honrar honra; la cultura como condición de la
libertad; la pasión y la ternura como premisas de todo
proyecto humano y social, la virtud, el decoro y la dignidad,
como esencia consustancial al hombre.

En Heredia ve al "genio de noble República, a
quien sólo se le veía lo de rey cuando lo agotaba
la indignación o fulminaba el anatema contra los serviles
del mundo y los de su patria".[42] Dando vigencia
social y trascendencia al modelo de valores que sintetiza
Heredia, define "… dos clases de hombre: los que andan de pie
cara al cielo, pidiendo que el consuelo de la modestia descienda
sobre los que viven sacándose la carne, por un pan
más o pan menos, a dentelladas, y levantándose por
ir de sortija de brillante, sobre la sepultura de su honra: y
otra clase de
hombre, que van de hinojos, besando a los grandes de la tierra el
manto".[43]

En la axiología martiana hay optimismo como todo
humanista que confía en el hombre y en sus posibilidades
de perfeccionamiento y creación; pero no un optimismo
exacerbado que soslaya los atributos negativos de las acciones y
conductas humanas. Estos atributos son asumidos de modo
crítico y estigmatizado al mismo tiempo como no inherentes
a lo verdaderamente humano y como males que no se integran a la
cultura. Sin embargo, como maestro al fin, y hombre fundador, no
sólo critica el mal, sino además y sobre todo
proclama el bien y lo cultiva para que prevalezca. El sabe que
"…odian los hombres y ven como a enemigo al que con su virtud
le echa involuntariamente en rostro que carecen de
ella…"[44] Y es necesario e incuestionable para
Martí actuar con respeto y
humanidad para no herir sensibilidades. Cuando se le ofende al
hombre su decoro y dignidad que es al mismo tiempo vejar su
integridad humana, más que cultivar en él el bien,
lo bello, lo verdadero; valores permanentes en la humanidad del
hombre, se mata su naturaleza humana y las "semillas dormidas"
que siempre esperan terreno propicio para germinar. Se trata
entonces según el espíritu y el mensaje que anima
la axiología martiana de obrar con humanidad para que
crezca y se impongan sobre la maldad, el egoísmo y todo lo
que de animalidad -concebida por Martí como no permanente,
sino transitorio- pueda anidarse en el hombre. Esta
concepción axiológica está enraizada en el
hombre y en la confianza de la "grandeza de sus entrañas",
pero ello evoluciona, como parte esencial del todo, en
correspondencia con la evolución de la totalidad de su
pensamiento. Si ciertamente son los valores el núcleo
central que lo anima durante toda su vida, en la etapa de madurez
teórica e ideológica, aparecen nuevas mediaciones y
matices que la hacen más concreta. Es fácil
encontrar en Martí, en cualquiera de sus etapas evolutivas
de desarrollo, la búsqueda de la ley del progreso del
hombre, sobre la base de las fuerzas que lleva en sí y que
sólo precisa revelarlas y cultivarlas. En esta
concepción, la impronta del naturalismo romántico
está presente con sus especificidades, incluyendo su
concepción unitaria del ser y los valores del hombre; sin
embargo, el hombre para el Maestro, es lógica y
providencia de la humanidad, es decir, es sujeto. Con esto
establece límites,
que rebasan los marcos de las influencias y transita y accede a
nuevos niveles de la realidad, o sea, al naturalismo -sin
desecharlo- se impone el papel de la subjetividad, de la
actividad humana, en fin, de la axiología de la
acción.

Por otra parte, junto a la radicalización de su
pensamiento político -si bien el núcleo central de
su axiología, permanece- los valores y las valoraciones
adquieren más concreción en cuanto al alcance y
proyecciones sociales se refiere. Así, en Patria, 8 de
diciembre de 1894, refiriendo al pintor cubano Joaquín
Tejada después de señalar la dicha de ser de
nuestra patria, señala: "el mundo es patético, y el
artista mejor no es quien lo cuelga y recama, de modo que solo se
le vea el raso y el oro, y pinta amable el pecado
oneroso, y mueve a fe inmoral en el lujo y la desdicha, sino
quien usa el don de componer, con la palabra, o los colores de
modo que se vea la pena del mundo, y quede el hombre movido a su
remedio. Mientras halla un antro, no hay derecho al
sol".[45]

Estas ideas recuerdan su crítica al "realismo"
positivista en el arte, de su etapa de México o del Liceo
de Guanabacoa, pero ahora con mayor alcance social, lo cual se
pone de manifiesto en la propia valoración que hace del
artista cubano. "Ámese -escribe Martí- puesto que
ama al hombre, al artista nuevo de Cuba, al que padece de la pena
humana, y no tiene pinceles para los vanos y culpables de la
tierra, sino para los adoloridos y
creadores."[46]

Hay un reclamo de amor hacia el pintor cubano por
Martí, no sólo porque ama al hombre y padece de la
pena humana -que para algunos pudiera parecer abstracto- sino
porque no tiene pinceles para los vanos y culpables de la tierra,
sino para los adoloridos y creadores.

Continúa Martí buscando la ley del
progreso humano y sus valores pero aparecen nuevas vías de
acceso de penetración en la esencia del problema. Hay una
toma de partido por un sector de hombre que considera sujeto
verdadero de realización humana: los adoloridos y
creadores, los desdichados y los mansos, en fin, los humildes,
las grandes masas del pueblo, y con ellas echa suerte.

Ya no se trata como Luz -lo que no resta valor al
Maestro de todas las ciencias-,
preparar la juventud de la
clase de los hacendados para ganar la libertad, pues la guerra
del 68 ha transformado el estado de
cosas y engendrado nuevos sujetos. El problema es otro y
Martí tiene conciencia de ello. El pueblo, las grandes
masas han devenido sujetos portadores del ideal emancipador y a
dicho sujeto se dirige el discurso del Maestro.

Su labor conciliadora de fuerzas, en pos de la unidad en
torno al Partido Revolucionario Cubano, y su República
proyectada "con todos y para el bien de todos", encarna el ideal
de las grandes masas. Su proclama: "Somos los pinos nuevos",
expresa ese nuevo concepto del sujeto de la revolución.

Esta concepción, resultado de un proceso
histórico, con todas sus mediaciones, determinantes y
condicionamientos, influye en la orientación y alcance
social de la axiología martiana. Es un elemento esencial,
sobre el cual se funda la inserción de los valores en la
cultura, entendida ésta como producción social y
medida del desarrollo. Esto naturalmente encuentra
expresión real en la concepción de la
revolución y absoluta confianza en sus portadores. "La
revolución en Cuba -escribe Martí- no es una
tiranía; es el alma de la Isla. No es una
conspiración: es el consentimiento táctico y
unánime de lo más viril y puro del país: el
actual movimiento revolucionario no tiene su fuego en el trato
secreto con éste o aquel núcleo de revolucionarios
conocidos, sino en la confianza que ha logrado inspirar a la gran
masa, a la masa de rifle y corazón, en la espera sorda y
crecimiento de lo bueno y bravo de Cuba… En el ánimo de
la Isla se ha trabajado, no en el compromiso de esta o aquella
cabeza conocida… El espíritu del país es nuestro
cómplice…[47]

 

 

 

 

 

 

Autor:

Dr. Sc. Rigoberto Pupo

[1] No obstante eso, existen valiosos
trabajos, que como vías de acceso y aproximación,
constituyen una contribución a la solución del
problema: De Jiménez-Grullón, J. La
filosofía de José Martí. Universidad
Central de Las Villas, 1960; JorrÍn, M. Martí y
la filosofía, La Habana, 1951; Pinto Albiol, C. El
pensamiento filosófico de José Martí y la
Revolución Cubana, La Habana, 1940;
Salomón, N. En torno al idealismo de
José Martí. Anuario CEM No. 1 La Habana, 1978;
Toledo Sande L. Ideología y práctica en
José Martí. Edit. C. Sociales, La Habana, 1982;
Ronda, A. Esencia filosófica del pensamiento
democrático-revolucionario de José Martí.
Anuario del CEM No. 3/1980; Pupo, R. Identidad y
subjetividad humana en José Martí; Humanismo y
valores en José Martí (ambos en proceso de
edición); Pupo, R. Aprehensión
martiana en Juan Marinello. Edit. Academia. La Habana,
1998.

[2] Vitier, M. Martí, estudio
integral, La Habana, 1950, p. 10.

[3] Vitier, M. Valoraciones II. Universidad
Central de Las Villas, 1961, p. 98.

[4] Vitier, M. Martí, estudio
integral, La Habana, 1954, p. 281.

[5] No obstante eso, existen valiosos
trabajos, que como vías de acceso y aproximación,
constituyen una contribución a la solución del
problema: De Jiménez-Grullón, J. La
filosofía de José Martí. Universidad
Central de Las Villas, 1960; JorrÍn, M. Martí y
la filosofía, La Habana, 1951; Pinto Albiol, C. El
pensamiento filosófico de José Martí y la
Revolución Cubana, La Habana, 1940; Salomón, N.
En torno al idealismo de José Martí. Anuario CEM
No. 1 La Habana, 1978; Toledo Sande L. Ideología y
práctica en José Martí. Edit. C. Sociales,
La Habana, 1982; Ronda, A. Esencia filosófica del
pensamiento democrático-revolucionario de José
Martí. Anuario del CEM No. 3/1980; Pupo, R. Identidad y
subjetividad humana en José Martí; Humanismo y
valores en José Martí (ambos en proceso de
edición); Pupo, R. Aprehensión martiana en Juan
Marinello. Edit. Academia. La Habana, 1998.

[6] Vitier, M. Martí, estudio
integral, La Habana, 1950, p. 10.

[7] Ibídem, pp. 27-28.

[8] Ibídem, p. 318.

[9] Vitier, M. Valoraciones II.
Edición citada, p. 99.

[10] Ibídem, p. 101.

[11] Martí, J. El poema del
Niágara, O.C. T. 7. Edit. Nal. de Cuba, La Habana, 1962,
p. 232.

[12] Martí, J. Cuadernos de Apuntes,
O. C. T. 21 Edit. Nal. de Cuba, La Habana, 1965, p. 54.

[13] Ibídem, p. 55.

[14] Martí, J. Henry Ward Beecher, O.
C. T. 13. Edit. Nal de Cuba, La Habana, 1964, p. 34.

[15] Ver Martí, J. Libros, O.
C. T. 18. Edit. Nal de Cuba, La Habana, 1964, pp. 290-291.

[16] Vitier, M. Valoraciones II. Edic.
citada, p. 102.

[17] Vitier, M. Martí, estudio
integral. Edic. citada, p. 299.

[18] Naturalmente no concibo el paradigma
solamente en la acepción
teórico-científica, como cuadro científico
de una época, referente sólo a un modelo
científico, sino además incluye en él las
esferas de las restantes formas valorativas de la conciencia
social, incluyendo por supuesto a la filosofía, pues el
hombre no aprehende la realidad, sólo a través
del conocimiento. Por tanto es posible referirse a un paradigma
científico, ético, o estético, o
humanista, que integra varias facetas de la condición
humana.

[19] Martí, J. La delegación
del Partido Revolucionario Cubano a los clubes, Julio, 1893,
O.C. T.2 Edit. Nal. de Cuba, La Habana, 1963, p.359. El
subrayado es mío. R.P.

[20] Ibídem.

[21] Ibídem, p. 361.

[22] En mi criterio el ideal de racionalidad
es el modo de existencia del paradigma, y éste, como
modelo, tipo de aprehensión práctica "espiritual
de la realidad, y expresión de la cultura de la
época deviene síntesis de la actividad humana, en
sus dimensiones cognoscitiva, práctica, valorativa y
comunicativa.

[23] "De las entrañas, conmovidas aun
de tanta grandeza ha de brotar, para esperanza de Cuba, la
verdad de los pobres. ¡Tu pueblo, Oh patria, no necesita
más que amor!, y la guerra, lo que tu pueblo le ha
dado… Hay que crear un pueblo con las virtudes desenvueltas
en el esfuerzo… y hay virtudes conque crearlo."
(Martí, J.: "El viaje del Delegado a la Florida". 28 de
Dic. 1893. O.C.T.2 Edit. Nal. de Cuba. La Habana, 1963,
pág. 471).

[24] Hago énfasis en esta arista
importante del problema, porque no han faltado "caza-sistemas",
que han querido derivar del paradigma martiano anticipaciones
de los credos personalistas, existencialistas, fenomenologistas
y axiologistas contemporáneos. Además de otras
orientaciones eticistas y esteticistas del siglo XX. Con esto
no estoy proyectando, en modo alguno una actitud de absoluto
nihilismo
sobre estas corrientes, escuela y
tendencias, sino más que todo estableciendo diferencias
específicas.

[25] Sí existen criterios
disímiles en su jerarquía y determinaciones
dentro del todo (cultura). Algunos dan primacía a uno
respecto de otro, en función de su concepción del
mundo y otras condicionantes.

[26] Martí, J.: "La Edad de Oro". O.C.
T.18 Edit. Nal. de Cuba, La Habana, 1964, pp. 301.

[27] Ibídem, pp. 455.

[28] Martí, J.: "Un paseo por la
tierra de los Anamitas". La Edad de Oro. Edit. citada,
pág. 466.

[29] En el sentido de la búsqueda
perenne de potencialidad humana, y despliegue creador de su ser
esencial en los marcos de la cultura en que se afirma y
adquieren existencia real los valores.

[30] Martí, J.: Carta a
José Joaquín Palma. O.C. T.5. Edit. Nal. de Cuba,
La Habana, 1963, pág. 94.

[31] Ibídem, pág. 96.

[32] Martí, J. Carta a Joaquín
Macal. O.C. T.7. Edit. Nal. de Cuba. La Habana. 1963,
pág. 97. El subrayado es mío. R.P.

[33] Mistral, G: Versos sencillos.
Dirección de Cultura, La Habana, 1939, pp. 2.

[34] Ibídem, pág. 16. Y
Gabriela Mistral vio en él también al hombre de
oficio y de misión: "Los comentadores políticos
del Maestro se complacen en verificar las adivinaciones de
política
social que él llegó a tener y que forma parte
de su legado para nosotros. Así mismo los poetas podemos
decir, que falto de tiempo para dejarnos todos los temas ya
surcados, su índice grande de capitán nos
marcó cuáles suelos estaban
baldíos, en espera de su arador. Todo lo previó
cuando no lo proveyó; hacia los puentes más
borrosos del horizonte echó su lumbrada y lanzó
en esa dirección a los suyos. El ayudó a Rubén
Darío antes de que éste naciera, con un claro
consejo de poesía; él también instó
a los nativistas antes de que llegaran ¡Padre
Martí, padre real, granero del apetito pasado y del
hombre futuro, troje de lo que seguimos viendo, que es oscura
de cuanto queda en ella todavía por desentrañar y
es claro por el nivel del que aprovechamos, cogiendo el trigo a
la luz del día de hoy!" (Ibídem, pág.
16-17).

[35] Martí, J.: Antonio Sellen.
O.C.T.5 Edit. Nal. de Cuba, 1963, pág. 159.

[36] Martí, J.: Antonio Sellén.
O.C.T. 5 Edit. Nal. de Cub, 1963, pág. 159.

[37] Tiene razón J. Vicente Arregui
cuando señala: "… los valores sólo rigen
realmente en una sociedad en cuanto se hacen cultura. Pero en
cuanto hechos cultura, los valores pierden su olímpica
dignidad porque una cultura es siempre una cultura entre otras
culturas… Los valores sólo rigen en cuanto que
enculturizados, en cuanto que realizados de uno de los modos
posibles" (Vicente Arregui, J.: El papel de la Estética
en la Etica. Revista
Pensamiento No. 176. Vol. 44 Oct-Dic. 1988, Madrid,
pág. 451.

[38] Martí, J.: Cartas
inéditas de José de la Luz. O.C.T.5. Edit. Nal.
de Cuba. La Habana, 1969, pp. 249.

[39] Martí, J.: Rafael María de
Mendive. O.C. 5 Edit. Nal. de Cuba, La Habana, 1969, pp.
250.

[40] Martí, J.: Heredia. O.C. T.5.
Edit. Nal. de Cuba, La Habana, 1963, pp. 174, lo subrayado es
mío. R.P. Lo hago para destacar cómo en
Martí, en la dimensión humana, lo ético y
lo estético se fundan en unidad, a tal punto que lo
bello, no es tal por la belleza, sino por integrar atributos
que cualifican la conducta moral y otras cualidades de la
naturaleza del hombre.

[41] Entiéndase no en el sentido de
"embellecer" la realidad con expresiones
artístico-literarias. Su talento artístico de
alto vuelo por supuesto es un elemento a tener en cuenta,
tampoco se trata de "embellecimiento" de la realidad a partir
de confundir e identificar el ser con el deber-ser. El sentido
es otro, que proviene de la revelación del ser esencial
humano, sobre la base de la determinación cualificadora
de los valores en la cultura, por cuanto aquellos (los valores)
sólo advienen y devienen en tanto enculturizados, es
decir, insertos en la cultura. Esto determina la unidad
indisoluble e interpenetración de los valores
éticos y estéticos y el lugar de ellos, su
jerarquía específica, respecto a los restantes
valores componentes de su axiología.

[42] Martí, J.: Heredia. Obra. Citada
pp. 171.

[43] Ibídem. El subrayado es
mío: R.P.

[44] Martí, J.: Juan Carlos
Gómez. O.C.T. 8. Edit. Nal. de Cuba. La Habana, 1963,
pág. 190.

[45] Martí, J.: Joaquín Tejada
O.C. T.5, Edit. Nal. de Cuba, La Habana, 1963, pp. 285.

[46] Ibídem, pág. 287. El
subrayado es mío. R.P. Se hace para fijar
jerarquía, niveles y diferencias y llamar a la
reflexión al lector.

[47] Martí, J.: "El alzamiento y las
Emigraciones", De Patria, Nueva York, el Nov. de 1893. O.C.T. 2
Edit. Nal. de Cuba, La Habana, pág. 433.

Partes: 1, 2
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